Los jóvenes se derrumban fácilmente: esta expresión refleja una ignorancia profunda sobre los desafíos que enfrentan. Es un comentario que desconoce lo que la vida exige de ellos.
A los jóvenes de hoy se les exige experimentar la vida emocional de una manera que nunca se nos exigió a nosotros, ni a nuestros padres, y por supuesto, menos a nuestros abuelos.
La vida les pide estar abiertos a las emociones desde jóvenes, a experimentar la vida emocional tal como es.
Además, la vida les exige retomar lo que no fue resuelto a nivel emocional en generaciones anteriores: la frustración de un padre que no pudo dar a su familia lo necesario; el dolor de una madre a la que le arrebatan a su hijo; el enojo causado por una infidelidad; la desesperación de una madre obligada a abortar; la tristeza profunda cuando perdemos al amor de toda la vida; la angustia de una mujer condenada a vivir con un hombre violento; el dolor que implica renunciar al amor; la tristeza desgarradora cuando se produce la separación familiar en las migraciones; el miedo, la ira y la tristeza de la guerra, la muerte de un ser querido, la pérdida del hogar, la migración forzosa; el vacío dejado por el despojo.
Heredamos mucho más de lo que creemos de las generaciones que nos precedieron.
Este es un desafío generacional de gran magnitud, porque incluso los jóvenes se encuentran en gran medida solos en esa tarea. Están aprendiendo a vivir emocionalmente, y en este proceso nadie puede ayudarlos, nadie sabe cómo hacerlo, ya que venimos de familias y culturas donde la razón ha prevalecido en todos los aspectos de la vida, mientras que las emociones fueron consideradas como debilidad, instinto animal, error, e incluso pecado.
Ellos están aprendiendo y, al mismo tiempo, nos están enseñando cómo vivir una vida emocionalmente plena. Este es un momento evolutivo crucial, clave para todos los seres humanos. Los jóvenes de hoy han sido llamados a ser los primeros en ensayar una vida vivida desde una emocionalidad más profunda y respetada.
Están aprendiendo a vivir de manera más sabia; enfrentan un desafío inmenso, pero son los primeros en darle el lugar que le corresponde al mundo emocional. Están aprendiendo, y lo hacen a través de los errores y la experiencia directa. No hay manuales que lo tengan todo escrito. Comienza el siglo de las emociones.
Así como, hace 50,000 años, el ser humano logró un desarrollo avanzado del lenguaje, un proceso que se gestó a lo largo de miles de años, también hace 5,000 años el ser humano comenzó a desarrollar el lenguaje escrito, con los sumerios y, más tarde, los egipcios.
Quizás estemos entrando en el milenio del lenguaje emocional, una nueva dimensión en la comunicación humana.
Entonces, cuando veamos a un joven derrumbándose frente a lo que le acontece, sepamos que está lidiando con algo que ni siquiera nosotros hemos llegado a confrontar completamente: las emociones. Y cuando ese joven logre despertar la habilidad necesaria para integrar el desconocido y salvaje mundo de sus emociones en su vida cotidiana, entonces estaremos frente a un nuevo ser humano.
Un ser humano mucho mejor. Este será un hito en la historia. Este siglo será recordado como el Siglo del Lenguaje Emocional.
Mario Curuchet
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